Comentario atribuido a Antonio Caponnetto

31/03/2014

El Santo Padre ha reconocido, expresamente, que en la Argentina, en los años setenta muchos jóvenes provenientes de círculos y ámbitos católicos formaron en los cuadros de la guerrilla.

Resulta ocioso señalar la importancia de este reconocimiento, el primero  por boca del Papa Francisco . La Jerarquía católica argentina (salvo excepciones) ignoró siempre este hecho, pese a su enorme gravedad. También ella afectada, al parecer, de cierta hemiplejía, nunca lo registró..

El Papa ha dicho lo suyo, lo que da ocasión a que se recuerden algunas cosas. Por ejemplo cuáles fueron las causas de que tantos jóvenes católicos terminaran en las filas del terrorismo y quienes los responsables de este hecho atroz. Los hombres de mi generación, la del Papa, conocen por experiencia directa, la respuesta. Lo han vivido. En el clima de confusión y de agitación que signó los años inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano II, se impuso en numerosos círculos católicos una visión adulterada de la Fe. La Fe de Cristo fue sustituida por la falsa utopía de la revolución comunista y el lugar de la esperanza cristiana fue ocupado por la ilusión falaz del paraíso marxista.

La teología de la liberación, primero, el tercermundismo, después, crecidos ambos al calor del desbarajuste posconciliar, fueron los instrumentos ideológicos que posibilitaron el pasaje de tantos jóvenes de la filas de la más acendrada militancia católica a las huestes partisanas. Este trasiego de la Fe de Cristo a la herejía tercermundista y liberacionista es la causa profunda del hecho hoy, finalmente, reconocido por el Papa Francisco.

¿Y a quienes hay que imputar la responsabilidad de esta verdadera tragedia que tanto daño hizo a las almas y contribuyó en gran medida a sumir a la Argentina en un baño de sangre? En primer lugar, a los Pastores que por acción u omisión, no cumplieron con el grave deber de cuidar el rebaño a ellos confiados. Los que reaccionaron y se opusieron -tal, entre otros, los casos de Monseñor Castellano, arzobispo de Córdoba (la rebelión contra este santo obispo lo dirigió su auxiliar, Angelelli) y Monseñor Buteler, arzobispo de Mendoza- fueron literalmente barridos de sus diócesis y abandonados, duele decirlo pero es la verdad, por la Santa Sede. El único obispo que logró resistir la marea tercermundista en su jurisdicción y ser entendido por Roma, fue el arzobispo de Rosario, Monseñor Bolatti. Cuando el Episcopado reaccionó colectivamente ya era tarde y el mal había avanzado demasiado.

Hubo, también, felizmente muy pocos, pero los hubo, obispos que promovieron expresamente la subversión, que la alentaron y a quienes les cabe una responsabilidad mayor. Finalmente, hay que sumar a todos estos los numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, catequistas y dirigentes laicos que no solamente empujaron a los jóvenes a la guerrilla sino que ellos mismos, en muchos casos, tomaron las armas.

Esto hay que decirlo. Pero no, como pueda pensarse por una mera reivindicación de la verdad histórica (que es importante).. No, hay que decirlo en razón de la Fe, como una exigencia de la Fe. Porque lo que aquí se juega es, precisamente, la Fe.

Es decir, transmitir la Fe y la Esperanza que vienen de lo alto,  en lugar de hacerse cómplices de los mesianismos demasiado terrenos. Implica a bastantes mayores de la generacion del Papa , que no logran salir de un estado de retraso , que tratan de disimular con expresiones y escritos y se convierten en delincuentes o colaboradores tácitos de delincuentes.  Esos no son buenos católicos ni buenos ciudadanos. Desparraman lo bueno y atesoran lo malo.

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